Confesiones en la Oscuridad 🔥
febrero 22, 2025El sonido del hielo chocando en el vaso de whisky rompía el silencio del bar del hotel. Laura giró la copa en su mano, observando las luces tenues reflejadas en el líquido ámbar. Un viaje de negocios, una convención aburrida y la soledad de una habitación impersonal… Todo parecía una rutina inofensiva, hasta que Miguel se sentó a su lado.
¿Puedo acompañarte? —su voz era grave, segura, con un tono que le hizo estremecerse.
Laura suena levemente y se acerca. Llevaban años trabajando juntos, compartiendo reuniones y confidencias laborales, pero aquella noche, la tensión entre ellos tenía un matiz diferente.
—Pareces pensativa —dijo Miguel, apoyando un codo en la barra mientras la miraba fijamente.
Laura exhaló un suspiro, como si intentara disipar el calor que se acumulaba en su pecho.
—Solo estoy disfrutando de un momento de calma —respondió, pero sus palabras sonaban vacías incluso para ella.
Miguel esbozó una sonrisa torcida y se inclinó apenas lo suficiente para que su aliento rozara su oído.
—No deberías estar sola en una noche así…
Las palabras la atravesaron como un susurro prohibido. Era una frase simple, pero la forma en que la dijo, la intensidad de su mirada, la hizo sentir cosas que no había experimentado en años.
Su mente intentó recordar a su esposo, a la vida estable que compartían, pero su cuerpo estaba respondiendo a otra llamada. Un deseo que no había sentido en mucho tiempo.
—¿Y qué sugieres? —preguntó, su voz apenas un murmullo.
Miguel no respondió de inmediato. Solo deslizó su dedo por el borde de su vaso y la observar con una paciencia depredadora.
—Podemos seguir pretendiendo que esto es solo una coincidencia… o podemos dejar de mentirnos.
Laura sintió que su piel se erizaría. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien la veía de verdad, más allá de su papel de esposa perfecta. Más allá de la rutina.
Y cuando Miguel tomó su mano y la guió fuera del bar, ella no lo detuvo.
No había más excusas. Solo el sonido de sus pasos resonando en el pasillo de la habitación y la certeza de que aquella noche, cruzaría un límite del que no habría retorno.