La Jaula de Seda 🔥
febrero 22, 2025Camila siempre había pensado que el placer y la sumisión eran cosas separadas.
Por eso, cuando cruzó las puertas del Club DeVane, creyó que su fortaleza mental la protegería. Que ningún hombre, por dominante que fuera, lograría quebrarla.
Se equivocó.
El lugar no era un simple club nocturno. Era un templo para los Amos más poderosos, aquellos que no pedían permiso, sino que lo tomaban.
Y ella, sin saberlo, había entrado directamente en su jaula.
El pacto
—Aquí no hay reglas salvo una —dijo la voz grave de Monsieur Laurent, el dueño del club, un hombre alto de traje oscuro, con una presencia imposible de ignorar—. Si cruzas esa puerta, dejas de ser dueña de ti misma.
Camila sostuvo su mirada con valentía.
—No tengo miedo.
Laurent sonrió.
—Eso está por verse.
Dos hombres la tomaron suavemente por los brazos y la guiaron al interior. Pasaron por cortinas de terciopelo rojo, pasillos con paredes cubiertas de espejos dorados, hasta llegar a una habitación oscura donde esperaban tres Amos.
No le dieron tiempo de dudar.
Un par de manos expertas desabrocharon su vestido con lentitud, dejándolo caer por su piel como una caricia prohibida.
—Si en algún momento deseas irte —susurró Laurent detrás de ella—, solo di una palabra. Pero si no la dices… no tendrás control sobre lo que ocurra aquí.
Camila cerró los ojos. Podía irse. Podía detenerlo todo.
Pero no lo hizo.
Rendirse nunca había sido tan placentero
Un delicado vendaje cubrió sus ojos, sumiéndola en la oscuridad. Su respiración se aceleró cuando sintió que su cuerpo era colocado sobre una superficie de terciopelo.
Los primeros toques fueron suaves, casi tiernos. Una caricia en su cuello. Unas manos recorriendo su cintura.
Pero entonces vino el primer castigo: un golpe seco contra su piel desnuda, lo justo para encender el ardor sin lastimarla.
Camila jadeó, su cuerpo reaccionando con una mezcla de sorpresa y excitación.
—Buena chica —susurró una voz cerca de su oído.
Los siguientes minutos fueron un cóctel de sensaciones: placer y dolor, control y rendición, susurros que prometían más, mucho más.
Y cuando finalmente su venda cayó, descubrió la sonrisa satisfecha de Monsieur Laurent.
—Eres exactamente lo que buscábamos —dijo él, mientras deslizaba un dedo por su barbilla—. Bienvenida a La Jaula de Seda.