El Club de las Máscaras

El zumbido discreto del auto eléctrico se apagó frente a un edificio sin nombre, discreto pero imponente, en una calle apartada de la ciudad. Laura miró por la ventanilla, su corazón latiendo con una mezcla de excitación y nerviosismo.

Un hombre de traje negro se acercó y abrió la puerta del vehículo. Sin palabras, le ofreció una máscara de encaje negro, el símbolo de aquel club exclusivo del que apenas había escuchado rumores. Con un suspiro, Laura la tomó y la colocó sobre su rostro antes de seguirlo al interior.

El ambiente dentro era una combinación de lujo y sombras. Candelabros de cristal arrojaban una luz cálida sobre los cuerpos danzantes, envueltos en sedas y encajes. Parejas y tríos se deslizaban entre ellos con movimientos sensuales, explorándose sin reservas, sus identidades protegidas por sus máscaras.

Un susurro cálido en su oído la hizo estremecerse.

—Primera vez aquí, ¿verdad?

Laura se giró y se encontró con un hombre alto, de porte elegante, vestido con un impecable esmoquin. Su máscara plateada cubría la mitad de su rostro, dejando visibles unos labios esbozando una sonrisa segura.

—Se nota tanto? —respondió ella con un atisbo de diversión.

—Solo en la forma en que contienes la respiración —dijo él, acercándose un poco más—. Aquí, el placer comienza cuando decides dejarte llevar.

Laura sintió un escalofrío recorrer su piel mientras su acompañante le ofrecía la mano, invitándola a adentrarse en lo desconocido. La música palpitante y los murmullos cómplices a su alrededor la empujaban a una decisión: sumergirse en el juego de máscaras y deseo o dar marcha atrás.

¿Se atrevería a cruzar la línea?