Cuñadas Prohibidas 🔥
febrero 23, 2025Laura nunca había prestado demasiada atención a Victoria. Sí, la esposa de su hermano era hermosa, sofisticada y segura de sí misma, pero jamás la había considerado más que una cuñada con quien compartir cenas familiares y charlas triviales.
Hasta aquel verano en la casa del lago.
Cuando las circunstancias las dejaron a solas, los silencios se volvieron más pesados, las miradas se alargaron y, sin que ninguna de las dos lo planeara, cruzaron un límite del que no habría vuelta atrás.
Un Verano Inesperado
La cabaña junto al lago era un refugio familiar donde todos solían reunirse cada año. Pero esta vez, por azares del destino, solo Laura y Victoria habían podido ir.
Laura estaba en la terraza, observando el reflejo del sol en el agua, cuando la voz de Victoria la sacó de su ensimismamiento.
—Es extraño estar aquí sin los demás, ¿no crees?
Laura asintió, girándose para mirarla.
Victoria llevaba un vestido blanco ligero que dejaba sus hombros al descubierto, su cabello suelto moviéndose con la brisa.
—Sí, pero no es tan malo. Al menos tenemos algo de paz.
Victoria sonrió y se apoyó en la barandilla junto a ella.
—Supongo que sí. Aunque… nunca imaginé que compartiría la cabaña solo contigo.
El tono de su voz tenía algo distinto.
Laura sintió un leve escalofrío.
Las Primeras Señales
Las noches en la cabaña eran frescas, y compartir el espacio sin más compañía hizo que las conversaciones se volvieran más personales.
—¿Alguna vez has sentido que no estás viviendo la vida que realmente quieres? —preguntó Victoria una noche, con una copa de vino en la mano.
Laura la miró con curiosidad.
—¿Lo dices por mi hermano?
Victoria soltó una pequeña risa, pero no respondió de inmediato.
—Solo digo que, a veces, nos forzamos a encajar en moldes que no son los nuestros.
Hubo un silencio tenso. La manera en que Victoria la miró por un segundo más de lo necesario hizo que algo en el pecho de Laura se apretara.
Decidió ignorarlo. O al menos intentarlo.
El Primer Contacto
Todo cambió una noche cuando la tormenta comenzó a golpear con fuerza las ventanas de la cabaña.
—Creo que se fue la luz —murmuró Victoria, buscando una linterna en la cocina.
Laura la encontró primero y encendió la tenue luz.
—Aquí está.
Cuando giró para dársela, Victoria estaba demasiado cerca.
El silencio entre ellas se cargó de algo diferente. Laura pudo sentir el aliento de su cuñada en su piel, su aroma dulce mezclado con el vino.
—Gracias —susurró Victoria, pero no se apartó.
Laura tragó saliva. Su instinto le decía que diera un paso atrás, que rompiera el momento. Pero su cuerpo no obedeció.
En lugar de eso, levantó una mano y con la yema de los dedos rozó la clavícula de Victoria, apenas un toque.
Victoria cerró los ojos un segundo.
—No deberíamos… —murmuró, pero su tono carecía de convicción.
—Lo sé —respondió Laura.
Y aun así, no se apartó.
Rendidas al Deseo
Fue Victoria quien cerró la distancia. Sus labios se encontraron en un beso lento, inseguro, como si ambas esperaran que la otra se detuviera.
Pero cuando ninguna lo hizo, la tensión explotó.
Las manos de Laura bajaron por la espalda de Victoria, atrayéndola más cerca. La tela del vestido se sentía suave entre sus dedos, pero lo que más la enloquecía era la calidez del cuerpo bajo la tela.
Victoria gimió contra sus labios cuando Laura la empujó suavemente contra la encimera, profundizando el beso, perdiéndose en el sabor del vino y la sensación de lo prohibido.
Esa noche, entre susurros y caricias temblorosas, se dieron cuenta de que lo que sentían iba más allá de la curiosidad.
Era deseo puro.
Era peligroso.
Y ninguna de las dos quería detenerse.
La Mañana Después
El sol filtró sus primeros rayos por la ventana, iluminando los cuerpos desnudos entrelazados en la cama.
Laura abrió los ojos y encontró a Victoria mirándola.
—¿Y ahora qué? —preguntó en un susurro.
Victoria sonrió con la misma picardía de la noche anterior y deslizó un dedo por su clavícula, trazando el mismo camino que Laura había iniciado.
—Creo que tenemos todo un verano para descubrirlo.